Ser entomólogo en España y no morir en el intento

Curro Molina
Curro Molina
Una Imagen para Ser entomólogo en España y no morir en el intento

Se necesita tiempo para ver las cosas con perspectiva, una mirada atrás en el tiempo sobre la que tenía muchas ganas de escribir. Quizás quería hacerlo cómo terapia para enfrentarme a mis demonios, o simplemente para dar a conocer el duro camino que yo y otros como yo empezamos hace ya algún tiempo. Un camino que aún estamos recorriendo con el único propósito de convertirnos en entomólogos. Y es lo que humildemente os quiero contar desde mi experiencia personal.

Mi primer contacto con este maravilloso mundo empieza en el Parque Natural de Cazorla, Segura y las Villas a principio de 2011, donde tuve la increíble suerte de trabajar para Carlos Herrera, ecólogo y naturalista. Él me descubre, a través de la fotografía macro y la observación, toda una diversidad de especies de abejas, mariposas, moscas y escarabajos antes desconocidas para mí. Más tarde conocería al entomólogo y fotógrafo Oscar Aguado, y es ahí cuándo realmente empieza mi andadura en el apasionante mundo de la entomología, ya que se convierte en un maestro para mí y ahora entenderéis por qué os lo digo.

Trabajé dos años con Oscar y durante ese periodo aprendí muchas cosas, tanto en el campo cómo en el laboratorio, queriendo destacar dos. La primera de ellas fue la importancia de preparar bien las abejas y otros polinizadores para nuestra incipiente colección de Doñana; técnicas y trucos usando alfileres preparando insectos: patas bien colocadas, antenas visibles, alas unidas, abdomen recto, genitalias de machos... y un sinfín de detalles a tener en cuenta para poder luego facilitarme el trabajo a la hora de usar la lupa. La segunda y más importante, tener acceso a claves de identificación. Los que hemos estudiado carreras cómo ciencias ambientales o biología hemos usado claves de identificación para hacer el herbario de la asignatura de botánica. Por ejemplo, usábamos el Bonnier, unas claves para determinar plantas vasculares, donde sacábamos, no sin dificultad, la familia, el nombre y el apellido de la planta. Aquí nace el primer problema al que nos enfrentamos todos los que empezamos en la taxonomía de abejas, y es la identificación: No hay un “Bonnier” para abejas.

Ya tenía mi material preparado, bien preparado cómo me habían enseñado, mi lupa y toneladas de ilusión que empiezan a desvanecerse rápidamente cuando empiezas a darte cuenta de la enorme falta de claves que hay para las abejas en España. Horas y horas de búsqueda en internet tratando de encontrar artículos científicos, libros y claves de los grupos que estuviera intentando identificar en ese momento. La mayoría de las veces acababa en callejones sin salida y, otras, en claves para abejas francesas, suizas, alemanas, rusas... Incluso llegaba a claves de taxónomos de principios del siglo XX cómo Jose Maria Dusmet, que me fueron dando la capacidad de pelear e ir haciendo modificaciones y adaptaciones de dichas claves.

La oportunidad de empezar a crecer me la ha dado la constancia, sin duda; pero también la suerte de trabajar para Ignasi Bartomeus, alguien que creyó en mí y apostó por mi formación desde el principio. Me dio las herramientas y la oportunidad de visitar otros laboratorios, donde aprender de grandísimos entomólogos dentro y fuera de España. Tener acceso a otras colecciones para ver material nuevo, otras formas de trabajar y conocer gente muy interesante con la que conectar y compartir ha sido muy enriquecedor para mí y un respaldo para seguir recorriendo el camino.

La formación de nuevos taxónomos en España y la entomología en general ha sido y es una asignatura pendiente. El poco valor y consideración que se le ha dado a esta ciencia tan importante, ya que se encarga de describir nuevas especies, ordenarlas y clasificarlas; es un hecho endémico y real. Mi amigo y gran taxónomo Félix Torres opina, con razón, que la entomología se ha considerado siempre una actividad de aficionados, un complemento muchas veces prescindible a pesar de su utilidad y necesidad. Ser entomólogo no es rentable para vivir o investigar, a no ser que tengas una fuente de ingresos estable (palabra unicornio). En mi caso trabajar con abejas, hace más visible la importancia por sus servicios como polinizadoras. Sin embargo, ¿qué hay de aquellos que estudian Rafidiópteros o Mecópteros?

Parece que soplan aires de cambio y hay interés en poner esta disciplina en valor. Si es un espejismo o no, el tiempo lo dirá. Si queremos mejorar el camino de la siguiente generación de entomólogos necesitamos tener colecciones de referencia públicas, financiación para crear o actualizar claves taxonómicas y dar el crédito que merecen los taxónomos en el mundo académico. No son palabras de desánimo las que he querido compartir, sólo he querido describir una realidad con la que nos toca lidiar día a día. Animo a quien me lea a que se aventure en este mundo de la entomología que tan feliz me ha hecho y que, además, como valor añadido, me ha permitido conocer a gente increíble. No se arrepentirá.

A veces, es verdad, que como decía Machado:

...el camino que serpea y débilmente blanquea, se enturbia y desaparece.

Pero poco a poco, con esfuerzo y voluntad, este difícil y esquivo camino, más se vislumbra, más se allana, y mejor se anda.