De niñas a científicas por el mundo

Nerea Montes
Nerea Montes
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Dedicamos los Días Internacionales para celebrar eventos clave en nuestra historia y también dar voz a colectivos en desigualdad. Sin embargo, la diferencia entre celebrar o reivindicar muchas veces depende del contexto en el que vivamos. El país del que venimos, nuestra familia, o la cultura en la que nos criamos marca nuestras experiencias y ambiciones, nos hace ver el mundo desde perspectivas distintas. En Europa vemos cómo se dan pequeños pasos por mejorar, pero no por ello podemos considerar que está todo solucionado ni se deben ignorar otras realidades que ocurren en países muy cercanos geográficamente. Hoy 11 de febrero, Día de la Niña y la Mujer en la Ciencia, me gustaría ofreceros una nueva perspectiva viajando por el globo desde California hasta Marruecos o Polonia, contando la historia de varias mujeres en ciencia y como es la carrera científica para ellas.

Empezando por California, tenemos a Sofía Dartnell, estadounidense de nacimiento, estudió la carrera entre California y Colorado hasta que su pasión por los abejorros la llevó a Cambridge para hacer su doctorado. Volaremos también por Europa, primero con Monika Lipinska, científica polaca interesada en las peculiares orquídeas y sus polinizadores que acaba de defender su tesis. Llegando al sur de Europa tenemos a Ainhoa Magrach, investigadora vasca del BC3 interesada en el efecto de las perturbaciones humanas en la conservación de los ecosistemas y sus funciones, y a Victoria Ferreiro, profesora de la Universidad de León y ecóloga española. Y por último Ahlam Sentil, investigadora postdoctoral en Bélgica y marroquí de nacimiento, sus estudios se centran en la conservación de los polinizadores en un mundo antropizado.

La curiosidad científica nos puede acompañar desde pequeños o aparecer y crecer durante nuestro paso por la escuela. Para Sofía y Monika, la naturaleza era su fuente de curiosidad desde muy pequeñas. En la escuela nunca tuvieron problemas con sus profesores, los cuales las motivaron a seguir la carrera científica. Aunque a veces los alumnos eran el foco de conflicto, rechazando al grupo de chicas en su clase cuando la tarea era “cosa de chicos” por ser científica. Victoria nos cuenta que ella siempre estuvo muy interesada en ciencia, y que pese a que nunca tuvo una relación muy cercana con los profesores, ella sufrió más presión por escoger una carrera u otra debido a sus notas y no por ser mujer. Ainhoa también tenía un interés especial por la biología y la ciencia, desde pequeña viendo documentales y con espíritu explorador, nunca se imaginó que esta curiosidad la llevaría a ser investigadora. Ainhoa destaca que, al pasar los años, se replanteó la educación que tuvo durante la infancia comparada con la de su hermano. A los dos les inculcaron la búsqueda de la excelencia, pero en él fomentaron más el liderazgo y la competitividad y en ella el preocuparse por los demás. En el otro lado de la balanza tenemos a Ahlam. Ella se metió en ciencia un poco de rebote, le gustaba la biología, pero no tenía una imagen clara de lo que quería hacer. Su familia le insistía en estudiar otra carrera que le pudiera dar más trabajo como Economía, y sus profesores se extrañaban de que no quisiera escoger otro campo. Siempre tuvo una presión añadida por ser mujer, y ponían sus elecciones en entredicho porque lo esperado para ella era otra cosa. Hablando con ellas te das cuenta de la diferencia de culturas, como hay comportamientos que en España o California que ya no son comunes, mientras que en otros lugares siguen criticando y tratan de condicionar a las mujeres desde temprana edad.

El siguiente paso en nuestra carrera científica es la etapa universitaria y académica, donde profundizas en el complejo mundo de la investigación. Durante los años de universidad, las mujeres están muy presentes en las aulas. Es en etapas más avanzadas donde se empieza a hablar del techo de cristal, el cual impide a las mujeres continuar su carrera científica (llegar a puestos de liderazgo o mayor responsabilidad) si no es a costa de sacrificio y difíciles elecciones. Desde el punto de vista de Sofía el techo de cristal ya ha desaparecido. El entorno académico en el que ha vivido y vive ella está dominado por mujeres, tanto alumnas como profesoras. Sin embargo, esto no es una opinión compartida por todas. Monika comenta como al llegar a ciertos peldaños dentro de la academia, las mujeres se ven en una posición de desventaja debido a las condiciones de los puestos para seguir ascendiendo. Opinión que comparten Ainhoa y Victoria. Ya no solo por ser madre, pero tener amistades o una vida fuera de tu trabajo son un impedimento en caso de ser mujer. Los sacrificios que las mujeres tienen que hacer para seguir avanzando no los sufren de la misma manera los hombres. Monika destaca como muchas mujeres en las universidades polacas ven su carrera estancada en las fases estabilizadoras porque tienen que escoger entre ser madres o hacer una estancia fuera de un año para poder pasar a la siguiente posición académica. Ahlam añade a estas experiencias como ella en Marruecos tuvo que esforzarse mucho más que sus compañeros masculinos para poder llegar a donde ha llegado. Tuvo que luchar contra la opinión de profesores y otros estudiantes que no apoyaban su esfuerzo y tesón por dedicarse a la ciencia. Ahora que trabaja en Bélgica ve como el gobierno belga no le ofrece facilidades de conciliación familiar o apoyo durante la maternidad, que le permitan mantener su productividad científica. Comenta que dichas facilidades solo están disponibles para aquellos que ya se encuentran en puestos fijos en investigación o enseñanza universitaria, por ejemplo. Ella ha tenido que reconsiderar sus prioridades, escoger entre ser madre sola en un país lejos de su lugar de origen y su ambición científica. Ainhoa expresaba su descontento con el continuo paternalismo en ciertos ambientes competitivos donde la mujer consigue un proyecto, beca o trabajo, solo porque se lo tienen que dar a alguna mujer para ser paritario, no por su éxito personal. Esto socava la autoestima y hace que se replantee su trabajo y valía como investigadora. Pese a que en etapas tempranas de la vida de una investigadora las desigualdad entre mujeres y hombres no sea obvia, llega un punto en el que las mujeres se ven obligadas a debatirse entre tener una familia y una vida fuera del trabajo o dejarlo todo por la investigación.

Aunque aún tengamos muchas cosas que mejorar, ellas siguen teniendo objetivos y ambiciones, no han perdido las ganas de dedicarse al mundo de la ciencia. A Sofía le gustaría dar clase en la universidad para un grupo de personas reducido, que le permita conocer a todos sus alumnos y darle la mejor educación posible. Mónika y a Ahlam esperan conseguir una posición fija que les permita tener más estabilidad y seguridad para tener una familia y continuar con su carrera científica. Victoria busca tener su propio grupo de investigación y así seguir contribuyendo al campo de la ecología. Ainhoa quiere poner en prácticas su experiencia como divulgadora motivando a nuevas generaciones de investigadoras a perseguir sus sueños.

Espero que este viaje os haga reflexionar sobre lo que significa ser mujer en la ciencia. A pesar de los avances en tecnología, oportunidades e igualdad, queda mucho camino por recorrer. Aquí he recogido una pincelada de todas las miles de mujeres que luchan por sus sueños y quieren mejorar este mundo. Es por todas ellas y por las que vendrán que celebramos el Día Internacional de la Niña y Mujer en la Ciencia.